Diario de viaje 4: Banja Luka

Nos despedimos de Iskra y de Zagreb hasta dentro de cuatro días, mientras, recorreremos fugazmente Bosnia en un Peugeot 107 a través de sus terribles carreteras de montaña. El camino que conduce desde Zagreb al paso fronterizo de Gradishka será la última autopista que veremos hasta salir de Bosnia. La policía croata que nos sella los pasaportes nos despide con una sonrisa y chapurreando castellano. 100 metros más adelante comienza la República Srpska (República Serbia) la entidad administrativa que se extiende por la mitad de Bosnia-Herzegovina y acoge mayoritariamente a la población serbobosnia, a los perdedores de la guerra que acabó en el 95. Tan pronto como entramos en Bosnia el panorama cambia por completo. A los lados de la vía de dos carriles se extiende una hilera de viviendas grises. Una población que se estira junto a la carretera y que se resiste a dejar paso al campo. Estamos rodeados de vehículos destartalados y autobuses que parecen venir directos desde los años 70. Iglesias ortodoxas y las primeras mezquitas que vemos en el viaje aparecen intermitentemente mientras seguimos recorriendo kilómetros sin que el paisaje varíe demasiado. Estamos en Bosnia, esta es la auténtica frontera de Europa.

Entramos en Banja Luka, capital (no oficial) de la República Srpska, flanqueados por banderas tricolor serbias. No hemos visto ninguna bandera oficial de Bosnia Herzegovina desde la aduana. Banja Luka es una ciudad verdaderamente poco agraciada. Los bloques grises de viviendas de la periferia nos anticipan lo que será el centro, presidido por una mole de hormigón que contiene lo que parece la zona comercial de la ciudad. Las calles están abarrotadas de viandantes que salen de sus compras y de chavales que acaban de salir de clase y se reúnen en el Parque Granski, situado en pleno centro urbano.

Iglesia ortodoxa de la Santa Trinidad

Dejamos el coche en un aparcamiento público, pero en Banja Luka los extranjeros brillan por su ausencia. Las indicaciones para pagar el parking están sólo en serbio y el taquillero no habla ni una palabra de inglés, o al menos es incapaz de articularla sin echarse a reír. Mediante gestos conseguimos que nos cambie euros por marcos para poder pagar un ticket de dos horas.

Cruzamos la calle del parking y estamos en el centro. La iglesia ortodoxa de la Santa Trinidad se yergue orgullosa en la avenida central de Banja Luka. Es el emblema de la población serbo-bosnia, ampliamente mayoritaria en la ciudad. El edificio fue destruido por los católicos ustacha (tropas paramilitares fascistas croatas) cuando el Estado Independiente de Croacia, títere creado por la Alemania nazi, tomó el control de la ciudad durante la II Guerra Mundial. Posteriormente, fue reconstruido tras la derrota de los fascistas y la subida al poder de los comunistas liderados por Tito.

Mezquita de Ferhadija, en reconstrucción desde 2001

A poco más de 200 metros nos encontramos con la histórica mezquita de Ferhadija, que data del siglo XVI y fue destruida en 1993. Ahora se encuentra andamiada y en proceso de reconstrucción desde 2001. Como el resto de mezquitas de la ciudad, fue demolida durante la Guerra de Bosnia por nacionalistas serbios, aunque es la única que aún no ha sido reedificada. En 2001, durante la ceremonia de inauguración de la reconstrucción se registraron disturbios entre musulmanes (bosniakos) y un millar de serbobosnios que atacaron el acto al considerarlo una provocación dada la coincidencia de fechas con la festividad ortodoxa de Durdevdan. En definitiva, Banja Luka, como toda Bosnia, ha estado salpicada por la violencia durante las últimas décadas. Ahora, al menos en la superficie, parece que se trata de dar la espalda al oscuro pasado, aunque el futuro tampoco irradie una luz demasiado clara.

María, en el restaurante Obala con el río Vrbas al fondo

Antes de partir para Sarajevo decidimos buscar un sitio para comer. En la oficina de turismo local nos recomiendan un restaurante a las afueras, tomando el desvío tras una mezquita y un cementerio musulmán. Tras pasar dos mezquitas con sus correspondientes cementerios musulmanes comprendemos que la cosa no será tan sencilla. Afortunadamente los bosnios son gente hospitalaria, aunque prácticamente ninguno hable inglés. Con la ayuda de un croquis trazado por una tendera llegamos finalmente al Restaurante Obala, a orillas del río Vrbas, donde tenemos la oportunidad de probar la primera muestra de gastronomía bosnia, basada en el consumo abusivo de carne. La cuenta no sube de 20 euros en total. Bosnia es también un país tremendamente barato.

Nuestro Peugeot 107, durante el viaje por Bosnia

María Rado y Pablo Rodero

El resto del Diario de Viaje:

1. Venecia

2. Ljubljana

3. Zagreb

5. Sarajevo I

6. Sarajevo II

7. Mostar

8. Belgrado I


3 comentarios en “Diario de viaje 4: Banja Luka

  1. ¿De dónde era la matrícula de vuestro coche? ¿No tuvisteis problemas con ese tema? Me imagino que en Belgrado o Banja Luka un coche croata no será muy bien recibido…

    • Era matrícula de Croacia, concretamente ponía SL. Creemos que Eslavonia, pero ni idea. El tema es que debajo de la matrícula había una pegatina de Heartz que delataba que el coche era alquilado. Esto sí que nos causaría algún problema, pero ya en Sarajevo.

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